El Concilio de Trento supuso un
formidable empujón en el culto al Santísimo Sacramento, a Jesucristo oculto
bajo las especies eucarísticas. Resulta imposible recoger todas las
manifestaciones que este culto tuvo. Evocamos, no obstante, aquellas que son
particularmente queridas a los pueblos de habla española, y que le dieron un
gran esplendor a dicha fiesta durante los siglos XVII y XVIII: las procesiones,
los autos sacramentales y las fiestas populares. Los autos sacramentales, obras
dramáticas escritas en loor de la Eucaristía, tenían lugar en la tarde del hábeas
Christi, finalizados los actos religiosos de la iglesia y las procesiones. No
debemos olvidar que los autos sacramentales son obras dramáticas de gran valor
que sirven de vehículo admirable a la teología.
Otra
de las manifestaciones que han dado esplendor a esta festividad ha sido la
procesión. Esta manifestación pública de la fe de los creyentes eh la
presencia real de Jesucristo y de la dignidad del cristianismo es el acervo de
sus hermosas custodias.
No
podemos olvidar “los Congresos Eucarísticos” que tuvieron unos comienzos
humildes. Los inicia de una forma particular Monseñor Mermillod, ante la
sugerencia de Maria Tamisier. El
Papa León XIII expidió un breve, fechado el 16 de mayo de 1881, dirigido a
Monseñor Segur, aprobando el primer Congreso Internacional de Lille, que se
celebra el 28 de julio de 1881, con representantes de distintos países entre
ellos España.
En
España hemos tenido dos de estos Congresos: Madrid en 1911, del 25 al 30 de
junio y en Barcelona en 1952. La
finalidad de estos Congresos, nos la dice la Instrucción sobre el culto Eucarístico
de 1967: “ en los congresos eucarísticos procuren los cristianos penetrar más
profundamente en este santo misterio...”